Sus alas se batieron alejándolos de Desembarco del Rey. El animal, todavía furioso, rebasó las nubes. El cuerpo menudo de la reina descansaba protegido entre sus garras que la sostenían con extrema delicadeza. Un quejido desgarrador partía el firmamento a su paso.
Lo sorprendió la mañana cerca de Los Peldaños de Piedra, incansable, con una determinación absoluta. Los que lo vieron lo contarían a sus descendientes durante generaciones en las noches de tormenta frente a las hogueras.
Ocurrió sobre las 14 Llamas de Valyria, las trenzas de Daenerys Targaryen comenzaron a deshacerse y su pelo, libre al fin, brilló al sol lanzando destellos violetas. Su único alto en el camino fue en la ciudad deshabitada de Zamettar. Drogon descendió en el mismo punto en el que cientos de años atrás lo había hecho Jaenara Belaerys a lomos de Terrax. Despositó con sumo cuidado a Daenerys y enroscó su cuerpo entorno a ella.
Mantícoras y guivernos se apostaban o volaban a una distancia prudencial para contemplar a la reina Targaryen y al dragón que la custodiaba. Hasta el infierno verde llegó durante la noche la noticia a través del viento y los fantasmas de las orillas de los ríos.
Los hombres manchados no se acercaron pero sí hubo algunos que acudieron a observarla a través de la espesura de los árboles.
Cuando por fin Drogon aferró a su madre de nuevo desplegando las alas y alzando el vuelo el continente entero permaneció en silencio.
Era ya noche cerrada cuando cruzó el mar de Jade y sobrevolaron Assahi de la Sombra. La ciudad estaba prácticamente desierta, tan sólo unos pocos alquimistas negros deambulaban por las calles esperando su llegada anunciada por los adoradores de la cabra.
Fue una vez dejado atrás Stygai que le vió y comenzó a descender. Se posó majestuoso en el suelo ante él y le penetró con sus ojos encendidos como brasas. El nigromante lanzó los restos del pez deforme que se estaba comiendo al río cenizas, sin mediar palabra se irgió y estiró los brazos. Drogon le confió el cuerpo de su madre, él sabría cómo proceder. Habían llegado a casa.
FIN
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